El hilo conductor de mis textos, las 4 novelas publicadas y las 3 aún sin publicar, están atravesadas por el mismo arcano: la identidad.
En “Adelaida…”, hay una impostación que diferentes sentidos. Para empezar en la forma en que fue escrita: fingía ser un blog, pero no se publicaba en un blog. Los blogs son medios que permiten publicar en forma secuencial, relatos en fechas consecutivas, imitan el diario personal, y por estar en la Internet, se las llama bitácoras. El género diario, es un tipo de escritura digresiva, pegada a fechas secuenciales y a temas, aparentemente domésticos, cosas que se dice la persona a sí misma, en forma privada, se supone que cuando se escribe algo en un sitio, se desconoce qué podría tener de relevancia en la línea de relato sobre algo que pasará en el futuro; cuando se repone un diario en una novela, es posterior: el narrador elige qué cosas del diario produjeron efecto sobre lo que se quiere contar posteriormente.
La importante diferencia con el blog es que en Internet es público, de manera que en ese formato, a diferencia del diario personal, hay una intención expresa de compartir lo que se escribe, intervienen otros factores.
El objetivo de impostar ese recurso implica un análisis de las formas en dirigirse al público, cuya característica es que por la facilidad con que se utiliza, ha sido adoptado por parte de la población no nativa que penetra lentamente las aplicaciones que comienzan a “sonar”; hay una suposición que en ese tipo de texto, la persona revela su personalidad, habla de sí misma, se da permiso de contar su experiencia de vida, e incluye aspectos propios de la carta, ya que tiene la forma de una carta al usuario: la firma, incluye cosas como p.d. –post data, una forma de agregar texto en una carta, cuando no se puede volver y borrar sobre lo antes escrito, o simplemente aclarar algo que contiene el texto–, mientras que en un texto escrito en un blog, permite volver sobre él, cambiarlo, desaparecer errores, sin embargo, el sistema de post data es una señal de “agregado” después que permanece como modo de escritura de personas mayores.
La escritura intimista revela una intención de expresar la identidad, de hacerse conocer de un modo, de construir una personalidad, desdibuja los que se dice para representarse en lo que se hace. “Adelaida…”, es la relación entre una persona mayor y el mundo de la tecnología, que enfrenta con humor e ironía, la identidad de Adelaida entra en tensión cuando descubre que su propia identidad puede ser impostada; Adelaida en realidad cuestiona aspectos que tienen que ver con la personalidad y el relato de esa personalidad; Adelaida, una persona mayor, transcurre con el niño, inocente, y con cuestiones que los invaden desde la tecnología, enfrentan como compañeritos disímiles un entorno que se pone en tensión con esos dos momentos de la vida en que deberíamos no hacer nada, quizás sin responsabilidades en un caso y con inocencia en el otro. Sin embargo, la vida propone.
Desde el punto de vista literario, “Adelaida…” es inclasificable, tiene formato de blog, pero no lo es, parecen relatos que involucran las peripecias del Adelaida y el niño y ponen en cuestión aspectos de la edad, la literatura, la tecnología y el entorno doméstico que interfiere. No tienen la rigurosidad de los cuentos, ni es diario, podría ser novela en clave de relatos, en cualquier caso, es inclasificable.
Como anécdota, podría contar que los relatos de Adelaida se publicaban en un medio de prensa: www.sintagmas.com.ar; la intención era registrar las anécdotas del niño, para no olvidarlas; Adelaida es la consecuencia de mi propio asombro por la llegada de mi sobrino a nuestras vidas, momentos mágicos y de diversión que no quería perder. Una editorial en España, buscó contactar a Adelaida, creyéndola una persona real, escribió a Sintagmas y el moderador de ese medio me hizo llegar los datos, sin saber que estaba hablando con la autora.
Tenían intención de publicarla. En ese momento, primera vez que tuve evidencia que Adelaida era leída y que hubiera alguien interesado en sus relatos.
Comencé a consultar sobre si debía simplemente usarla de seudónimo sin más explicación, o decir la verdad de la autora detrás del texto. Me resultó extraño que la creyeran una abuela bloggera, que es como Adelaida de autodefinía, porque no se escribía en un blog sino en un medio de prensa, con lo que la impostura era evidente, según yo.
Sin embargo había una propuesta. En mis consultas, mi primer referente fue Roberto Ferro, doctor en Letras, y director de la revista Metaliteratura, que ambos llevamos adelante. Quien me aconsejó que dijera la verdad, que justamente era un logro porque era un personaje creíble. Mis otros referentes, entre escritores era la misma respuesta: debía decir quién era la autora. La única que indicó que lo dejara pasar fue mi hermana, que descree, usualmente, que “esclarecer” no tiene valor o efecto, y recomendó que siguiera como Adelaida Sharp, siempre tendría tiempo de aclarar después de publicada.
Mientras tanto, en mi ingenuidad, pensé: cómo voy a publicar algo sobre un sobrino y no sobre el otro. Coincidió con un pedido de un texto por una editorial de Rosario, envié Los niños, uno de los pocos textos que escribí con plena intención, y personalmente creo, que de más extrañamente interesantes, obtuvo bastante atención. Lo publicaron y en algún lugar de casa tengo el ejemplar de la revista donde salió.
Y como era de esperar, “Adelaida…” no se publicó, supongo que las imposturas no les interesaron a esa editorial, le interesaba si fuera verdad y no me volvieron a contactar. Sin embargo, “Adelaida en tu tiempo”, ya portaba su aura, se podría sentir, o es lo que creí; cuando cierta editorial para la que estaba comentando libros, me ofrece, publicar un texto mío, corto; sin pensarlo, y ya listos, los relatos de “Adelaida…” me parecieron los más dispuestos.
Ese fue un segundo paso en falso, resultó que el editor, me solicitaba un pago en trabajos, debía hacerlo al libro, corregirlo y hacer lo mismo con otros libros de otros autores hasta “completar” el costo del libro; en fin, una serie de acciones, y además, quizás parte del dinero, para publicarla. Una trampa absurda, pues el editor conocía mis opiniones respecto a eso, y debió testear mal mi entusiasmo por publicar; pensaba entonces, y lo pienso ahora: las editoriales deben invertir en un trabajo que una ya hizo, ellas ganan más que el autor, es su trabajo hacer que el libro gane para que ellos mismos recuperen la inversión, es su negocio, no el mio, y también ser honestas y rendirles el dinero por cada ejemplar vendido al autor, quien gana el 10% del valor de tapa, nada. De esa editorial, encima, ya tenía referencias que no rinde a sus autores y además, luego, supe que encima se lo dijo claramente a un autor que conozco: que no le daría las regalías por un libro que publicó con él, ya que el autor, justo porque no le rendían regalías, empezó a publicar su libro en otros espacios. Es decir una declaración de “te robo con excusa”. Sobre todo porque ese editor, tiene fama de “guardarse” las regalías de escritores conocidos y desconocidos. Imaginé que yo jamás vería un peso, tenía yo que pagar mi propia publicación y encima regalarla si hubiera alguna recompensa monetaria.
Finalmente, le llegó la hora y el momento y “Adelaida Sharp en tu tiempo” se publicó en Amazon en el 2018, y desde entonces ha ido difundiéndose por sí misma, la referencia a “tu tiempo”, es porque es el tiempo del niño, es por él que ese libro existe.
Mientas tanto, hubo interesantes cuestiones, algunos publicaron comentarios, y en lo personal, es un texto irónico, que mezcla cuestiones que se plantean como al pasar y es también un poco una perplejidad propia frente a un testigo, el niño, con quien tuve oportunidad de compartir momento inolvidables y perfectos.
Publicaron un interesante comentario en Ser ficción.
“Adelaida en tu tiempo”, corre por su propia cuenta y arrastró a los otros textos también publicados, se encuentran en Amazon.
Sin intención, Adelaida es divertida y presenta muchas de las cuestiones que nos incomodan del mundo tecnológico y la grieta entre generaciones que implica. El mundo interpela a los viejos con las propuestas y parecen dejar atrás a una generación que corre detrás de ello, a pesar que el propio entorno, a su vez, boicotea. Es tal vez una reflexión sobre el impacto de las tecnologías en todas las edades, que aunque de diferentes modos, es un modo de explicarse el mundo.