Literatura, relatos, crítica literaria, novelas, literatura latinoamericana
La nueva palabra, viral, toma forma en los nuevos medios de difusión literaria, los medios virtuales; en el mundo literario lo que era un best sellers, se ha convertido en un asunto de propagación, la calidad, no está en cuestión, aunque sí la cantidad.
Proliferan los concursos para desarrollar un cuento, un relato, una historia en 280 caracteres; les llaman microcuento o microficción y son un género de la literatura muy en boga, pero queda aún por definirse qué significa, usar la palabra cuento o ficción ya conlleva su carga de cánon literario; adosarle la palabra micro, como sentido de extensión es desplazar el sentido en la dirección, cuanto menos, cuestionable.
Leí a autores de microficción, premiados, escritores conocidos, que un microcuento es lo mismo que un cuento, pero más corto. La definición parece incompleta, por una parte es como si preguntara alguien que nunca ha visto una silla, qué es una microsilla, y la respuesta fuera un silla más pequeña; sin embargo tampoco es desacertado.
La micro-definición deja de lado un aspecto importante, el cuento mismo; las características que asumen el relato en relación al mundo que orbita sobre el género, y dentro de ello, una expectativa sobre su interpretación.
Lo cierto es que más allá de las definiciones, el problema, creo, es que se expanden características para la microficción que se tuercen e interceptan con otros géneros, si podrías llamarse géneros al chiste, comentario, cita, haikus y todo tipo de relato que podría usar una característica de corto.
Definir la microficción como un cuento corto minimiza el problema, requiere que se entienda de qué se habla, la palabra fundamental es cuento, no micro.
Mientras tanto, en tanto arte, las definiciones se sacuden y mueven los límites y cotas con que se intenta referirse a conceptos.
Lo cierto es que los 280 caracteres tienen su correlato en una aplicación de red social, el Twitter, que a su vez, evolucionó de 140 caracteres a 280; y en ese gesto, movió la extensión de la microficción al doble de su propósito.
No es que sean características negativas, es sólo otra característica; de todos modos la microficción trasciende el medio, ya hay libros y autores casi dedicados en exclusiva al género, quizás porque la difusión parece más sencilla, y porque hay actividades alrededor de género que facilitan la difusión, por comenzar la Internet, el alcance y difusión, con una cualidad que el más suspicaz sabe aprovechar, el contenido es una de las características más necesarias para la difusión, pero no en forma de relato o cuento, sino de tema; las empresas necesitan de contenidos para el posicionamiento en buscadores; aunque parecen dos mundos destinados a encontrarse, esta relación empezó mucho antes de la Internet, y se movió en una dirección extraordinaria, tal el caso de Mafalda, el personaje de Quino, que con una historieta de pocos cuadros, a solicitud de una empresa publicitaria, debía crear una historia en ambiente doméstico, la publicidad era de electrodomésticos Mandfield, el nombre del personaje debía empezar con eme, de un propósito comercial, se convirtió en un propósito literario, se transformó en crítica política en voz y acto infantiles y adoptado, viralizado, en el mundo, traducido a varios idiomas, uno de los antecesores de la microficción, sin la Internet.
Estamos ante una herramienta incognoscible, la Internet, salvo unos pocos iluminados capaz de aprehenderla, el desconcierto del medio nos arrastre, corre a velocidad que no es a escala humana, no espera definiciones, y nos traspasa, la reflexión sobre la definición del género, e incluso definir sus características quedan siempre detrás del avance de las expectativas del género, de manera que los autores, a ciegas, se suben a la situación, con inspiración, desconcierto, y sobre todo, con literatura.
Avanzar sin dejarse intimidar es la característica de la nueva generación, puesto el horizonte en una literatura viral, que deja atrás todo tipo de intento y definición.