Llegando a los dos puntos con que finaliza el texto, y antes de la crítica lúcida de Helene Cixous -ya leída en otro momento y que ha inspirado mi poema "Ver sin sa(v)ver"- establezco mi diálogo con el libro que acabo de terminar.
¿De qué trata? (si necesitara contar sobre él, si alguien me preguntara) ¿Trata de un viaje? ¿Del tránsito, hondo y femenino, hacia el saberse un yo (enunciado como posibilidad en el primer y largo párrafo "…había dicho que quería ella, al preguntarle su nombre, no respondiese "Lori", sino que pudiese responder "mi nombre es yo"…; el que finalmente logrará gritarse: Pues recién ahora me llamo "Yo", luego de la experiencia con el Amor y el Placer. ¿Es tan solo eso o mucho más? Creo que mucho más. Un escribir sobre la existencia desde la existencia misma, no como discurso, sino como sentimiento a partir de la soledad y el silencio.
Ya he escrito que es un relato difícil, por lo menos así me sucedió. Es un relato de detenciones (me gusta esa posibilidad a la que me invita un escritor), de marcas necesarias que se iban sumando en los márgenes y que resonaban como acápites o disparadores por los que se escurría mi pensamiento, alejándome por instantes, o días a veces, de lo que estaba leyendo. Como quien se baja de esos ómnibus de turismo extasiado por una vista, una escultura, una calle pérdida y mágica para regresar luego al recorrido, para continuar el viaje, por el puro dejarse ir, con extrema libertad.
Eso es lo que me produce esta lectura y esos dos puntos con la que Lispector ¿cierra? es una apertura, es regresar, de algún modo, a esa coma con la que iniciamos para hacernos junto con Lori la pregunta de ¿Cómo? ¿Cómo prolongar el nacimiento la vida entera?, declamando así que está allí, en ese goce original -que luego perderemos u olvidaremos- el Goce profundo; y que la vida es tan solo un recorrido para recuperarlo, volver a aprehender ese instante del Placer para luego, como escribe con tanta perfección Lispector como una figura de Chagall perder todo el peso del cuerpo.