Si no le dejo talento o inteligencia al mundo, capaz mi cuerpo sirve, dijo, hablando de donarse a la ciencia. Menos estos ojos que se desbarataron en los tuyos, dijo, derramados en esos nimbos azules.
En la periferia de tal intención, imaginé un cofre con sólo los globos oculares, opacos, sin reflejo alguno de luz, resguardando el secreto de lo que en ellos quedaron, dentro de una fosa, mirando el vacío y sin poder gesticular, sin poder rascarse siquiera el resto del cuerpo que vive su vida de órgano incompleto, seccionado en un frasco en formol o plastinado en una exposición de cuerpos sin poderse mirar ni siquiera por dentro de sí mismo.