Relato, noticias, comentarios de Danilo Albero Vergara
29 de mayo, domingo. Leo en El País que el humorista catalán Kap ganó hace un par de meses el primer premio del Press Cartoon Europe -uno de los certámenes más prestigiosos de Europa- por su viñeta publicada en el diario La Vanguardia de Barcelona en noviembre del 2015. El dibujo alude a la crisis de los refugiados que desborda las fronteras del continente. Las deudas se pagan con intereses y, en muchos casos, con ajustes de acuerdo a los índices inflacionarios. El pasado colonial y la política seguida por Europa a partir de la Primavera Árabe en 2010, como Frankestein, se están volviendo en contra de su creador.
Luego de encontrar por internet la viñeta premiada la disfruté en detalle. Un señor se apoya contra una puerta cerrada con los brazos extendidos, a modo de puntal, para reforzar, más aún, cerrojos, pestillos y cadenas de seguridad. Pero, ¡ay!, la puerta no tiene paredes donde sostenerse, solo está apoyada en el piso y, por detrás de la misma, por sus costados, del "lado de adentro" y envolviendo al "señor-puntal", que mira con cara de azorado, una ola de mujeres, niños y hombres -"de todas las razas y de todos los sexos" como dijo alguna vez nuestro humorista Fontanarrosa- que lo desborda. Un pacífico tsunami de refugiados y desprotegidos que busca sólo eso, contornear una puerta sin paredes. Ahora, una puerta cerrada con cerrojos, cadenas, pestillos y un puntal, pero sin paredes para dar acceso, no es una puerta ni mucho menos está cerrado. Es más, se le ha negado su esencia ontológica de "puerta cerrada". Porque esa puerta es imposible. Por lo menos sin sacarse la careta y jugar de veras al policía malo.
En lo personal ese dibujo me llevó a buscar un libro, que guardaba más por amor a los papeles viejos que por otra cosa. Antes de sentarme a escribir esta nota me levanté y fui a rastrearlo en una de mis bibliotecas, Tratado general de geopolítica de Vicens Vives. Lo guardo porque el libro tiene un valor documental valioso: una serie de ilustraciones que circulaban por Europa en los años calientes que precedieron a la Guerra Civil Española como apoyo a distintos planteos nacionalistas, patrióticos o expansionistas. Estos dibujos de variados orígenes, alemanes, franceses, italianos, mostraban inevitablemente el mapa de Europa, norte de África y parte de Asia Menor con las divisiones de países existentes en aquel momento, pero con distintos tipos de vallados y fortificaciones. En algunos casos las fronteras aparecen almenadas como viejas fortalezas o con paredes de ladrillos rematadas con alambres de púas o con cañones de los países vecinos apuntando contra ellas. En síntesis, una Europa, previa a 1939, vallada y acorazada, reclamando por "fronteras seguras". Para el desarrollo de este pensamiento imperialista, los nazis se basaron en el concepto de Lebensraum, creado por el geógrafo Friedrich Ratze idea que, con ligeras variantes, fue asimilada por (geo)políticos de otras naciones del continente. A lo largo de este nuevo siglo se habla, con todo cinismo, de las "fronteras exteriores" cuyo acmé se llama Frontex, organismo de la Unión Europea creado en 2002 y con sede en Varsovia. Ahora, que Polonia sea uno de los países que abraza la xenofobia de manera fundamentalista y rechace recibir refugiados no es un detalle menor; poco se aprendió de la ocupación nazi, el levantamiento del Ghetto de Varsovia, las fosas de Katyn y de las décadas de "protectorado comunista."
El Lebensraum de la Europa del siglo XXI, sus fronteras seguras, está en la costa norte del Mediterráneo y la oriental del Mar Egeo, en las riberas meridionales de los estrechos de Bósforo y Dardanelos. Los muchachos de Frontex van por más, hace tiempo que andan "asesorando" a gobernantes de naciones africanas para que repriman a los "invasores" que pasan por su territorio en busca de las salvadoras aguas del Mediterráneo o del Egeo. Para muestra un botón: las vallas entre Melilla y Marruecos, ya de por si monstruosas y capaces de desanimar a cualquiera, menos a quienes ya lo han perdido todo, no alcanzan. Ahora, esa valla tiene otra no man's land del lado marroquí: una senda donde circulan guardias nativos armados, precedidas de un foso de 2 metros de profundidad y 4 de ancho, antecedido por una doble cerca de alambre de púas. In altre parole "la frontera exterior de la frontera exterior".
Los ingenios para entrar se multiplican y, en contrapartida, la policía tiene un arsenal cada vez más sofisticado, visores nocturnos, sensores térmicos para detectar el calor humano, acústicos para detectar latidos cardíacos y, en casos extremos, perros para olfatear tufos de inmigrantes. Pero éstos lo siguen intentando, se ahogan en el Mediterráneo, son devueltos de Grecia a Turquía, apaleados en las "fronteras exteriores", se asfixian en camiones donde viajan amontonados como escombros. En Ceuta y Melilla tienen un premio extra, las "devoluciones en caliente" de muchos de los que logran entrar. El señor de la viñeta sigue apuntalando su puerta sin paredes.
Hubo un tiempo que Europa era feliz, un puñado de dictadores en sus "fronteras exteriores" le permitía elaborar sofisticados parlamentos políticos en pro de los derechos humanos para presentar en foros internacionales con sus patios traseros cubiertos. Pero vino la "Primavera Árabe" -¿o la realidad?- en Túnez a finales del 2010 y se extendió como una llamarada. Primero sorprendió a los dictadores y autócratas locales y después a los políticos y estrategas europeos. La multitud se rebeló contra los canallas que hacían el trabajo sucio a las democracias del otro lado del Mediterráneo. Las manifestaciones llegaron a Egipto en el 2011 y, en el camino, le costaron la cabeza a Gadafi que, de palacios de las mil y una noches, terminó capturado y asesinado en un desagüe donde se había escondido. El mismo año la marejada llegó a Siria, al feudo de Bashar al-Asad. El daño ya estaba hecho; primero las potencias europeas temieron porque la caída de Gadafi iba a terminar con su "fronteras exteriores" protegidas por el dictador libio y, además, por los suministros de petróleo; los temores fueron ciertos porque empezaron las olas de una inmigración descontrolada. Con las protestas de Egipto temieron por el Canal de Suez. ¿Y si la "primavera árabe" llegaba hasta Arabia Saudita, principal exportador de petróleo mundial? Ahora con Siria "protegida" por Rusia los diques se han roto.
Hace un par de semanas en otra nota sobre el tema "El Demonio de Maxwell", recordé al Maxwell de los Beatles, el asesino que andaba matando gente a martillazos con su martillo de plata. Frontex tiene un rival de cuidado, los testigos de "Médicos sin fronteras", a fines de abril de este año fue bombardeado un hospital en Alepo y Estados Unidos acusó a Rusia de ser responsable. Pero en el 2015 le tocó al acusador ser acusado por el bombardeo a un hospital de "Médicos sin fronteras" en Afganistán. Los muchachos de Frontex la tienen difícil, llega el verano en el hemisferio norte y los cruces se van a incrementar en el Mediterráneo. Porque los dictadores nativos han creado un nuevo monstruo con know how propio y apoyo logístico europeo y estadounidense, el ISIS o DAESH. La idea de "fronteras exteriores" me recuerda al absurdo mapa diseñado por los cartógrafos aludidos por Borges: "Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos del Imperio levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él." Los muchachos de Frontex necesitan expandir sus fronteras; y también a Maxwell con su martillo de plata. Que bombardeen hospitales de "Médicos sin fronteras" es un debut auspicioso que los ayuda bastante.