Es interesante cómo ambos términos, virtual, ficción, conllevan una carga diferente de tensión y determina campos diferentes de comprensión; a pesar de ser palabras que referencian lo mismo, la inexistencia, la creación de un personaje inexistente.
Con el término ficción, lo entendemos una referencia al libro de Lewis Carrol, Alicia en el país de las maravillas; con el término virtual, ineludiblemente se hará referencia al medio: la Internet.
En la referencia literaria, Alicia es ese personaje que vive aventuras intranquilizantes, que se han querido interpretar como simbólicas, pero en cualquier caso es un relato que estimula el imaginario, transporta a un mundo fantástico o fantasmagórico, según la versión; la edulcorada para niños o la oscura representación de la versión de Tim Burton.
Tanto la Alicia virtual, como la ficcional implican un transporte de la imaginación a un mundo irreal más interesante que la realidad.
Es curioso cómo un término disemina su significado a pesar de que las coincidencias son más que las diferencias.
Sobre todo cuando a la ficcional la palabra literatura la rodea un significado de elite; la Alicia ficcional, probablemente, es un texto complejo en interpretaciones, en representaciones, en objetivos que implicarán análisis y reflexiones desde el lugar de la crítica literaria, y un viejo texto para la nueva generación de lectores propensos a la Alicia virtual; mientras que la Alicia virtual estará al alcance de una pantalla, en un medio masivo en el que tal vez se pierda entre textos que no tienen significado; mientras para la literatura, la Alicia ficcional establece un campo específico en tanto escrita en papel, comienza su vida de literaria cuando está a la orilla de un río y su hermana lee un libro sin ilustraciones ni diálogos y Alicia se pregunta “¿Para qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?”; el escenario literario está planteado, tal como cuando Alonso Quijano leía novelas de caballería, punto de acceso al mundo imaginario que se nos planteará.
Luego de esa reflexión, se presenta ante Alicia un conejo blanco, vestido con chaleco, mirando un reloj, murmurando, actos humanos: el habla, el reloj; la necesidad de medir el tiempo o de tenerlo en cuenta, acciones que prefiguran lo maravillo; el tiempo como foco en una historia donde el tiempo desaparecerá, imperceptiblemente para Alicia y para el lector que a partir de ese comienzo quedara atrapado en una historia que no ha tenido fin hasta la actualidad, debido a los comentarios, lecturas, críticas literarias y todo tipo de reinterpretación, característica insoslayable de todo gran libro.
Ningún texto posterior, así como el Quijote de la Mancha saldrá indemne de la comparación con textos tan ricos que han aportado tanto tema a la literatura.
Mientras en Alicia el personaje se asombra y comparte su vida de ficción con animales que hablan, naipes crueles y espacios de ensueño en los que la naturaleza es un entorno importante, Alicia transcurre en una realidad ajena a ella en la que se ve compelida de participar y en la que los personajes secundarios intentan que comprenda que debe participar, que forma parte de esa nueva realidad, que es parte ineludible; Alonso Quijano circula en la realidad paralela de su imaginación, mientras los personajes que lo rodean intentan desprenderlo de esa fantasía y retornar a la realidad.
Alicia intenta volver a su propia realidad, Alonso Quijano intenta huir de ella; en ambos los personajes que los acompañan, intentan oponerse a ello.
Es un hecho que la tal Alicia virtual sería inexistente sin la ficcional, y que lo que la hace tan peculiar, tanto como para que su nombre sea un sustantivo que ofrece muchas interpretaciones, tal como el nombre del Quijote, es precisamente ese campo inacabable de interpretaciones y lectuas más allá del tiempo, un tiempo que desaparece como cuando Alicia se cae por el hueco del árbol, siguiendo al conejo.
La literatura latinoamericana reina en el campo de la literatura de lo maravilloso, pero nunca dejará de tener este precedente sobre aspectos de lo onírico, aventurero, donde los personajes diseminan su sentido más allá de la idiosincrasia que aporta la geografía.