Café hirviendo en la hornalla, en esta torpe hora, el desasociego zumbando entre estructuras escritas, el pulso de las coincidencias; unas cuantas palabras habituales, convertidas en estopa, listar para encenderse.
Algo mal tañidas, a través de tu boca, varias miradas hacia una indiferencia entre el sigilo y la tarde macilenta.
No es mejor el silencio que el perdón.
Somos una generación de voces escritas, expuestas, repetidas.