August Kekulé, en puridad, Friedrich Auguste Kekulé, era alemán. Supe de su hallazgo en los años que incursioné por ingeniería química y quedé atrapado por la historia de sus dos sueños que permitieron, a partir de la molécula de benceno, desarrollar las fórmulas estructurales que posibilitaron combinaciones para transmutar una sustancia en otra. Así, los químicos de la segunda mitad del siglo XIX devinieron en modernos alquimistas con otra piedra filosofal.
Pero, en estos momentos, leyendo la vida de Marie Laveau, The Voodoo Queen of New Orleans, la sonoridad de Kekulé, a secas, connota personajes de vudú. Eso por su descubrimiento, que bordea el mundo de experiencias paranormales.
En 1825, Michael Faraday, químico y físico inglés, descubrió por azar el benceno. Los encargados de iluminación pública de Londres buscaban la solución al problema del gas de alumbrado; en invierno, perdía su capacidad de producir llama. Faraday notó que con el frío el gas se condensaba en el fondo de los depósitos en un líquido desconocido, aromático y transparente; no recuerdo si resolvió la tarea que le fue encomendada, sí que determinó la fórmula empírica de su hallazgo: carbono e hidrógeno (CH). En 1834, el químico Eilhard Mitscherlich definió la fórmula del benceno: seis átomos de carbono y seis de hidrógeno (C6H6), esto complicó más la historia porque, a la hora de determinar la estructura molecular la fórmula violaba la tetravalencia del carbono tal como se la concebía en esa época -los que saben entienden, pero no es de importancia para la historia.
En 1855, Kekulé estaba en Londres visitando a un amigo y, según registró en sus memorias: “una noche reflexionábamos que habían pasado treinta años desde el hallazgo de Faraday y once de que Mitscherlich estableció la fórmula del benceno, y el problema seguía sin resolver”. De regreso a casa en un tranvía, Kekulé realizó su primer viaje paranormal al reino de Cimeria.
Para los griegos y romanos Cimeria era una región de oscuridad donde no brilla el sol. Herodoto ubicó el país en los confines del Mar Negro; Ulises lo describe en el Canto XI de Odisea. Allí nos enteramos de que, en castigo a que sus marineros abrieran el odre de los vientos de Eolo, una tempestad adversa los desvió de su ruta. La bota le fue obsequiada a Ulises para mantener los vientos encerrados y facilitar el regreso a Ítaca pero: “Helios se sumergió, y nos envolvieron las sombras. Nuestra nave llegó a los confines del Océano de profundas corrientes, donde está el pueblo y la ciudad de los hombres Cimerios, cubiertos por la oscuridad y la niebla, sin que jamás brille el sol, ni cuando sube al cielo estrellado, ni cuando vuelve del cielo a la tierra, pues una noche perniciosa se extiende sobre los míseros mortales”.
En el País de los Cimerios tiene su palacio Hypnos, Dios del Sueño; allí todo es silencio y tinieblas. Un día, Iris, mensajera de los dioses, anunciada por la estela de colores que deja a su paso, fue enviada por Juno, a pedirle al Dios que enviara a una viuda, mediante un sueño, la noticia de que su marido había muerto en un naufragio; su cadáver había retornado hasta el muelle donde había zarpado y yacía insepulto.
Ni bien llegó al palacio, Iris fue apartando, con el resplandor de su vestido, los sueños que, como etéreas cortinas le cerraban el paso. Llegando al lecho del Dios, este sacudió su letargo, escuchó la encomienda y volvió a adormecer. Iris, que no podía resistir más su creciente sopor, huyó seguida de su arco de colores.
Ovidio en Metamorfosis, cuenta que Hypnos, tiene una muchedumbre de hijos, de ellos se destacan: Morfeo, imitador de la figura humana, remeda el timbre de la voz, la manera de andar, vestidos y palabras más usuales; Icelón (o Fobeto), se convierte en reptil, fiera, insecto, pez o ave; y Fántaso, que tiene artimañas diferentes, asume la forma de tierra, roca, agua, madera, fuego y todo lo que carece de aliento vital. Morfeo fue el encargado de cumplir el mandato de Juno e informar a la viuda. Desde que por primera vez leí esta historia en Metamorfosis la asocié con la historia de la fórmula del benceno y concluí a cuáles de sus tres hijos eligió Hypnos para enviar a Kekulé la revelación que lo ayudó en sus búsquedas.
En 1855, Kekulé, al regreso de la casa de su amigo en Londres, realizó también su primer viaje al reino de Cimeria, según registró en sus memorias: “en el tranvía me dormí y tuve un breve sueño: los seis átomos de carbono y los seis de hidrógeno comenzaron a danzar, un átomo grande abrazaba a dos más pequeños y a su vez a otro grande, y todo el ensemble continuaba con su quadrille”. Nada más, ninguna otra señal; el éxito premia a los obsesivos.
Siete años más tarde, en 1862, Kekulé, ahora viviendo en Bélgica, tuvo otro viaje paranormal; en el estudio de su casa, sentado frente a la chimenea viendo las formas cambiantes de las llamas, volvió a recordar a sus predecesores y el irresuelto problema de la estructura de la molécula del benceno, y se adormeció. Volvió a ver un baile de átomos, ahora metamorfoseados en serpientes, hasta que una de ellas se mordió la cola como el Ouroboros, símbolo de la alquimia. Otras serpientes la imitaron y los Ouroboros se entrelazaron. Pudo formular la estructura del anillo de benceno y el mundo se coloreó, como la estela de Iris, mensajera de los dioses a la que Ovidio la representa, vestida con sus “velos de mil colores”.
Sin duda el primer visitante en Londres en 1855 fue Morfeo, puesto que el comienzo del sueño fue provocado por la evocación de sus predecesores y su trabajo inconcluso; el segundo sueño, en Bélgica, fue inducido por Icelón, quien se presentó como un Ouroboros; luego vino Fántaso y le ofreció la estructura de una sustancia que carecía de aliento vital. Tras esta triple visita los protagonistas volvieron al País de los Cimerios e Iris se retiró, seguida por su estela de mil colores, el último de ellos es el malva. Primer colorante derivado del benceno, sintetizado a partir del hallazgo de Kekulé.
El punto de partida de Kekulé fue visualizar la estructura de la molécula de benceno y, desde allí, empezando por su primitivo uso en colorantes artificiales, elaborar miríada de derivados. En la actualidad, el benceno es uno de los productos químicos de mayor producción mundial y se utiliza en tinturas, detergentes, gomas, lubricantes, pesticidas y medicamentos; fibras, resinas sintéticas y plásticos.
Si hace millones de años la primera chispa de vida surgió de un océano de aminoácidos, hoy la humanidad vive inmersa en un mar amniótico de benceno.
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