Literatura, relatos, crítica, comentarios sobre libros.
Hay comienzos famosos de novelas; como por ejemplo el de Gabriel García Márquez, en Cien años de soledad, “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de 20 casas de barro y caña brava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo”; dicen, el comienzo más famoso de novela alguna (1967). Pone en relevancia la reposición de un relato desde la memoria y una interesante relación entre la cosa y lo nombrado, para visibilizarlo o darle existencia hay que nombrarlo.
La más analizada, estiman, es el comienzo de En busca del tiempo perdido, de Marcelo Proust, en el primer tomo, Por el camino de Swann (1913), hace foco en el olor como elemento inherente a la reposición de la memoria, un señal que proviene desde adentro y abre puertas en los recuerdo; se toma como referencia la magdalena que por su olor repone el pasado; las primeras frases del texto: “Mucho tiempo he estado acostándome temprano. A veces apenas había apagado la bujía, cerrábanse mis ojos tan presto, que ni tiempo tenía para decirme: «Ya me duermo». Y media hora después despertábame la idea de que ya era hora de ir a buscar el sueño; quería dejar el libro, que se me figuraba tener aún entre las manos, y apagar de un soplo la luz; durante mi sueño no había cesado de reflexionar sobre lo recién leído, pero era muy particular el tono que tomaban esas reflexiones, porque me parecía que yo pasaba a convertirme en el tema de la obra, en una iglesia, en un cuarteto, en la rivalidad de Francisco I y Carlos V”; que explicita la idea de insomnio, y el efecto inherente, la rememoración o situaciones que provocan la intranquilidad.
También Orgullo y Prejuicio (1813), de Jane Austen, que refiere a un punto importante en la época: la necesidad de encontrar marido, como un mandato para toda mujer y la consecuencia inmediata: encontrar el que proveerá comodidad, futuro, y la importancia del dinero en esa transacción. La novela trata sobre la tensión entre la elección por el amor o las conveniencias basadas en el dinero:”'Es una verdad universalmente reconocida que, un hombre soltero en posesión de una buena fortuna, debe necesitar una esposa”. Es interesante que es el punto de vista de una mujer.
A mí siempre me ha impresionado el comienzo de Balún Canán (1967) –Balún Canán en idioma maya antiguo y tzeltal con el que antiguamente se conocía a la población de Comitán, estado mexicano de Chiapas, México–, por Rosario Castellano, siendo ésta su primera novela; trata sobre enfrentamientos entre clases; la cosmogonía de la comunidad indígena, la comunidad ladina ,las posiciones intermedias –propias de las mezclas–, terratenientes, y la clase privilegiada en la México de la presidencia de Lázaro Cárdenas (1934-1940); aunque es emblemático de las interrelaciones entre sustratos políticos, sociales y económicos que subsisten en la actualidad.
“—... Y ENTONCES, coléricos, nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es el arca de la memoria. Desde aquellos días arden y se consumen con el leño en la hoguera. Sube el humo en el viento y se deshace. Queda la ceniza sin rostro. Para que puedas venir tú y el que es menor que tú y les baste un soplo, solamente un soplo…”, que abre un suspiro que nunca se cierra.
La representación de comienzo, de evolución, de la palabra, es lo más importante; qué nos trajo la memoria en los ejemplos anteriores, la palabra; la idea del despojamiento de la palabra es la idea de la desaparición, de la invisibilidad, el ocultamiento, si no se dice, no existe; la palabra como elemento transformador; se relata las impresiones de una niña y los modos en que impactan en su mundo, entre pertenecer a una familia acomodada, atendida por los sirvientes de la casa, que provenientes de diferentes castas y orígenes –que a su vez revelan el sometimiento de los pueblos originarios de México por parte de los españoles–, se expone a una educación que sitúa en tensión dos modelos de ver el mundo, el sometido y el que somete.
Ya en el final del primer capítulo, el diálogo de la nana de la niña, da cuenta de una visión del mundo asumido:
“—Te va a castigar Dios por el desperdicio —afirma la nana.
—Quiero tomar café. Como tú. Como todos.
—Te vas a volver india.
Su amenaza me sobrecoge. Desde mañana la leche no se derramará”.
Que plantea la idea de lo malo: volverse indio, la relación entre el café negro y el color de lo degradado en las personas; Dios como ejecutor y vigilante del orden de castas. Se establecen los estereotipos y métodos con que cada personaje asume un lugar; notablemente la servidumbre educa a la niña en los argumentos que sirven, sirvieron y servirán para seguir anulando, como inferior, al indio –efectos de la conquista–, mientras relata a la niña: “nos desposeyeron, nos arrebataron lo que habíamos atesorado: la palabra, que es el arca de la memoria”; por una parte como repitiendo un mantra, para recordar que hubo palabras propias, que ahora convive con otras bajo la comprensión que es la palabra la que organiza el mundo, que ahora le da otro contexto a la condición de la palabra “india”, aunque hubo un antes que significaban otra realidad.
Narrada desde la niña, las dos primeras partes, omnisciente en la segunda, otro modo de darle espesor a la memoria y el efecto de componerla con las palabras; con qué palabras: las de la reposición de tiempos pretéritos o las de la niña que narra las impresiones de su mundo, en apariencia pequeño, pero representativo de un modo de percibir; solo alcanza a ver las piernas de su padre, no más allá, en cambio de la madre puede ver el cabello, “tan negro, tan espeso, tan crespo”, como rasgos dominantes, que establece una sospecha; en el registro del mundo infantil hay importancia en el detalle étnico como descripción de la persona.
Es notable el tejido literario de Rosario Castellano, desde ésta, su primera novela, una experiencia de lectura no ajena al drama de Latinoamérica, el trauma de la conquista y las palabras que por un lado naturalizan procesos de educación y por otro exhiben los desgarradores efectos de gradaciones cuantitativas, ajenas a palabras como superación, según desde qué mirada se analice.
Esta novela es una resonancia universal que no sólo da cuenta de cómo impactan los procesos políticos –la novela trata sobre los efectos ocasionados por la implementación de las leyes de reforma agraria en la presidencia de Lázaro Cárdenas, la decadencia de la familia Argüello y el comienzo de la revuelta contra los terratenientes chiapanecos–, sino que además cuestiona el imaginario que tendemos al sostener como Ley, como palabra universal, cuando no es más que la reducción de la significación de una época y que cambia de contenidos y a pesar de ello repite errores.
Novelas que desde las primeras frases apelan a subjetividades de la época en que se publican, por una parte la memoria, por otra el dinero, y luego en la palabra; finalmente sobre la evolución entre racismo y progresismo; recetas para reflexionar sobre los dilemas que persisten en la actualidad.