Hablando con viejos poetas de Trujillo fue inevitable no conversar sobre Salinger. Recuerdo que Luis Eduardo García, una noche en un bar café céntrico nos contó de la etapa de militar de Salinger, justamente en la segunda guerra mundial. La sanguinaria toma de Normandía, donde entre la sangre derramada, el joven autor norteamericano comprendía el dolor y la guerra.
De ese Salinger, al autor de El guardián entre el centeno hay pocos pasos. Parece que la vida lo condujo a su decisión final de abandonarla. ¿Cuántos escritores como Salinger representan aquel imperativo de alejarse para siempre de la sociedad para dedicarse única y exclusivamente a escribir? Esta decisión, claro, no fue arbitraria sino arte de todo un proceso de depuración: la realidad apaga todo desacato, no se puede ser sino parte del redil.
El escritor escapa. Pasa 43 años [1]encerrado en una casa de Cornish (Nuevo Hampshire) dedicándose a escribir sus nuevas obras, sin embargo, seria desde ya un autor célebre por su famosa obra El Guardián entre el centeno (1951)[2]. Encerrado, pero no aislado del mundo, con visitas largas de jóvenes literatas como Joyce Maynard[3], entre otras.
Pero antes de contar la vida de Holden Cauldfiel, que en realidad cuenta él mismo, debemos saber que Salinger también prueba en otros géneros, como cuentos donde publica Nueve cuentos (1953), Franny Zooey, donde se habla de la familia Glass (1961) y Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Symour.
Una introducción (1963) Otros detalles que nos dan una idea de su vida solitaria son sus estudios sobre la doctrina Avaita Vedanta, donde se invita a pensar en la unidad del alma con la divinidad, pero este tema ya queda como un detalle para ahondar más en su personalidad; es punto es continuar hablando de sus obras. Hoy nos fijaremos más en su famosa novela: El guardián entre el centeno. Escuchemos un pasaje:
Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada. Para esas cosas son muy especiales, sobre todo mi padre. Son buena gente, no digo que no, pero a quisquillosos no hay quien les gane. Además, no crean que voy a contarles mi autobiografía con pelos y señales.[4]
Este inicio, nos permite observar la relación que guarda esta novela con otras ya escritas en norteamericana que siguen la misma tendencia de hablar sobre la problemática de la juventud. Si recordamos la sesión dedicada a Mark Twain y lo que dijimos sobre la novela Huckleberry Film: la voz de un joven como protagonista de una épica no solo es la metáfora de un país que busca sus horizontes sino de una tradición que se va alimentando con cada nueva generación.
No obstante, El guardián entre el centeno y Huckleberry también son hijos de libros más antiguos como el de justamente Dickens, que se mencionó en las líneas citadas del autor: David Copperfield. Tanto Copperfield, como Holden Cauldfiel[5] desprenden dolor, miradas intensas y son claves para entender algo de su propia cultura y época. Representan paradigmas. Escuchemos otra cita del mismo libro:
La mayoría de los chicos eran de familias de mucho dinero, pero aun así era una auténtica cueva de ladrones. Cuanto más caro el colegio más te roban, palabra. Total, que ahí estaba yo junto a ese cañón absurdo mirando el campo de fútbol y pasando un frío de mil demonios. Sólo que no me fijaba mucho en el partido. Si seguía clavado al suelo, era por ver si me entraba una sensación de despedida. Lo que quiero decir es que me he ido de un montón de colegios y de sitios sin darme cuenta siquiera de que me marchaba. Y eso me revienta. No importa que la sensación sea triste o hasta desagradable, pero cuando me voy de un sitio me gusta darme cuenta de que me marcho. Si no luego da más pena todavía.
El guardián entre el centeno, es decir, el joven que no pretende anclarse a una vida profesional sino observar la realidad del consumo desde su propia mirada tiene algo de adolescente, algo de beat sin necesidad de buscar el contacto místico, algo de personaje Demian de Hesse que también es un libro de aprendizaje, digamos, o de construcción de individualidad en medio de un mundo caótico. Libro, en suma, que termina siendo de religiosidad para algunos y de aborrecimiento para otros; sin embargo, esta curiosa ambivalencia no es gratuita: el libro pide o una empatía generalizada o un rechazo absoluto. Radicalidades de la crítica.
Holden, entonces, es aquel chico que huye de su colegio y mientras vuelve a casa, nos cuenta sus pasos y vicisitudes, el dolor de ser sensible, el no poder observar la realidad desde lo cotidiano, el siempre guardar algo de irremediable inadaptación. Gracias a las páginas de El guardián entre el centeno tenemos un retrato perfecto de la adolescencia, su sinceridad, sus ideales, su modo de observarse y observar la realidad y narrarla,
Soy el mentiroso más fantástico que puedan imaginarse. Es terrible. Si voy camino del quiosco a comprar una revista y alguien me pregunta que adónde voy, soy capaz de decirle que voy a la ópera. Es una cosa seria. Así que eso que le dije a Spencer de que tenía que ir a recoger mi equipo era pura mentira. Ni siquiera lo dejo en el gimnasio.
Este libro es, en todo caso, la confesión de un amigo, alguien cercano que, como el propio protagonista dice,
Los que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá
el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras. No
hay muchos libros de ésos.
El guardián entre el centeno es un libro que justamente, al terminarlo de leer, nos gustaría llamar al autor, para saber más de corazón en las tinieblas.
[2] Novela que al traducirla al español primero se llamó El cazador oculto (1961) y después El guardián entre el centeno (1978)
[3] Consultar la novela de Frédéric Beigbeder: Oona y Salinger.
[4] El guardián entre el centeno
[5] En la literatura latinoamericana, también podemos ver a obras como Mala Onda de Fuguet donde la idea de un joven narrador protagonista es el núcleo del trabajo planteado.
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Julio Barco.
Colaboraciones de Julio Barco en la revista Metaliteratura sobre crítica literaria, ensayos, novelas, poemas, relatos