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Lo denominado poesía Gauchesca, que es una de las más estudiadas en Argentina, si bien con origen en el lenguaje de pobres, es uno de los géneros característicos del lenguaje considerado del río de la plata, que comprende Argentina y Uruguay. Proviene del escritor culto José Hernández(1), con su Martín Fierro, hasta Borges ha escrito algo sobre este poema. En su canto XIII, dice:
Yo veo que somos los dos(2)
astilla del mesmo palo:
yo paso por gaucho malo
y usté anda del mesmo modo,
y yo, pa acabarlo todo,
a los indios me refalo.
(1) No confundir la poesía gauchesca con el lenguaje Gauchesco, éste último de Bartolomé Hidalgo.
(2) Martin Fierro le dice a Cruz, planeando unirse a los indios.
El uso de las comas y signos gramaticales, ofrecen una señal clara de conocimientos que no serían de la oralidad.
Detalles: “mesmo”, es arcaísmo hispánico.
“refalar”, cambio de consonante, proviene de la oralidad.
Vulgarismo; “pa”, por “para”, “usté”, por “usted”
Su autor mismo, declaró que el poema tenía una intencionalidad social.
Yo he conocido cantores
que era un gusto el escuchar:
mas no quieren opinar
y se divierten cantando:
pero yo canto opinando
que es mi modo de cantar (II,61)
También hay una carta a José Zoilo Miguenz que dijo: “No le niegue su protección [al poema], Vd. que conoce bien todos los abusos y todas las desgracias de que es víctima esa clase desheredada de nuestro país”.
José Hernández, dio voz a una clase abusada.
El lenguaje inclusivo está iniciando la misma épica. El abuso hacia las mujeres, que persiste en el lenguaje y sin duda interviene.
Luego, hay otras luchas paralelas, he leído hasta el cansancio, presentaciones y ponderaciones a las mujeres, poetas, escritora, con la frase: “qué bella y talentosa”, anteponiendo “bella”, como si no fuera suficiente el talento. Colocando dos términos en relación a una misma virtud. Ese es otro rasgo del mismo gesto: el lenguaje que nos reduce.
Si Cervantes estuviera leyendo en qué se convirtió el lenguaje hoy -sin el inclusivo-, diría eso mismo: qué desastre, qué hicimos con el lenguaje.
El lenguaje inclusivo es una evolución, y un mensaje. No sé si quedará, pero no es una “payasada”, como leí por ahí.
Enrique Verástegui, escritor peruano, plantó una bandera: no hay palabra que no se pueda usar para la poesía, y usó palabras que nadie usaría, o consideradas de mal gusto; y pasó hace como 40 años.
Los lenguajes mutan, y lo hacen por diferentes motivos. No me gusta creer que hay límites para el lenguaje, sobre todo para los que somos, o queremos ser, escritores. Por ahora, el lenguaje inclusivo me produce perplejidad, solo el tiempo dirá si vino para quedarse, y probablemente sea la fuerza de la oralidad quien lo imponga y los muchos movimientos que hay para introducirlo en la escritura.
En uno de mis textos, me di con la sorpresa que la persona que escribió un prólogo, usó el lenguaje inclusivo; pedí amablemente que prefería que no, para no confundir el propósito del texto. Es decir: por ahora, usarlo es una declaración.
El lenguaje siempre ha sido usado para la dominación, el inclusivo es para desautomatizar eso. En México: "aquisito", "ahorita", los diminutivos, la imposibilidad de no nombrar la cosa o lugar como propio, y de no poder decir no; el diminutivo atenuaba ese gesto; la dominación española impuso sus vocablos.
El lenguaje inclusivo no es una payasada, usar esos términos es no comprender su espíritu. Y desmeritar con adjetivos descalificantes no lo detendrá.
Es la historia: te pasa por encima sin esperarte, te subís a la historia o la historia te deja.