Con el advenimiento de las redes sociales pululan las faltas de ortografía y su consiguiente efecto: consensuar que no es tan importante.
Los escritores crecen como hongos, la importancia de la gramática y la ortografía debería crecer en la misma proporción, sin embargo, van en sentido contrario.
En todos los caso hay un mensaje torcido: la literatura queda relegada a un conjunto de reglas que algunos quieren inventar, con la simple fórmula de no usar la ortografía y gramática bajo el mantra de no estar “contaminados”
Tal falacia se desprende en parte de la necesidad de recibir palmadas, aplausos y de simplemente circular entre chats y conversaciones, en donde las aspiraciones, necesariamente crece, y donde lo que más se contagia es la falta de autocrítica y el rechazo a los comentarios adversos.
Hay una realidad ineludible: una cosa es ser escritor, otra llegar por el camino de la casualidad, el camino más largo. Todos somos escritores, porque escribimos, bien o mal, pero pocos llegan a ser leídos por aquellos que no perderán el tiempo en traducir un texto que obviamente su autor no cuida en lo principal: los errores de ortografía y gramática.
Hay una masa impresionante de ilusorios escritores que despliegan un sistema de marketing sobre textos que hasta en la publicidad del mismo exhibe errores. Insisten en empujar un carro que nunca arrancará, obtendrá lecturas precarias de otros en la misma situación y siguen en ese largo camino sin ser penetrados por la literatura, detenidos en el sin tiempo de la mala escritura.
La situación, estimo, es una mala comprensión de lo que significa literatura, quedarse en la anécdota es cómodo y no requiere de la problemática literaria, esas condiciones que tienen los grandes, que parece quedarse en anécdota, según esos precarios lectores que no cuentan con la sutileza del análisis, no podrían, ni siquiera comprenden las piedras gramaticales o de sentido.
El factor ortografía y gramática, implica interpretación y comprensión de texto y es en ese punto donde coincide el mundo literario del resto de los usos de la escritura.
Por alguna razón, lo que quieren incursionar en los géneros de poesía, cuento, relatos, publicidad, no consideran que requiera estudios específicos para transmitir o comunicar, la literatura les queda fuera del alcance y no parecen comprender la distancia; persisten en la ignorancia o escriben bajo la hipnosis de creer que la gramática y ortografía tendrán que cambiar para acomodarse a sus escritos.
Vivimos un momento en el que escribir es casi comunicar, no hay dispositivo que no requiera de habilidades de comprensión, y a pesar que los signos, los símbolos y hasta la comprensión se basan en traducciones y síntesis de acciones que los creadores de software, y aplicaciones, introducen para sembrar procesos automáticos, la literatura mantiene su camino: conocer, leer, aprender ortografía, leer, aprender gramática, leer; pero no leer a cualquiera, solamente, leer a los grandes, entender lo que los hizo grandes, la repetición de anécdotas e historia de los grandes en sus infinitas alteraciones no hará un escritor, lo que lo hará es comprender los artificios literarios que utilizaron los grandes y aplicar una innovación.
Para aplicar una innovación, es necesario conocer qué se está transgrediendo, qué se está creando.
La aplicación del conocimiento no ha cambiado respecto a la tecnología y el advenimiento de las redes sociales; si querés ser un escritor, si querés ser leído por lecturas interesantes, tendrás que pasar el primer escollo y ése es: la ortografía y la gramática, aunque ello no implica el camino de la literatura: es apenas el comienzo, y ni siquiera el más importante; el más importante es leer y comprender los elementos que hicieron grandes a los escritores ya reconocidos.
