Las sillas salvaescaleras tal vez no sean para todo el mundo como sí son los ascensores; los cuales, a pesar de todo, exigen éticamente ceder preferencia de uso a personas que se desplazan en silla de ruedas o con la ayuda de muletas. Las sillas, decíamos, tal vez se destinen a ese colectivo de personas, pero por una buena razón. El uso de las escaleras está totalmente al margen de todas sus posibilidades, lo cual significaría, en ausencia de estas imprescindibles soluciones de accesibilidad, la dependencia constante de otras personas y la presencia de obstáculos incómodos las veinticuatro horas y en el día a día más cotidiano. Gracias a las sillas, los ascensores, las rampas, las barras de los baños accesibles, etc., las personas que más necesitan de estos recursos adquieren autonomía y, por tanto, la dignidad que toda persona busca y necesita en su vida.
Por tanto, y como única conclusión lógica, la presencia de las salvaescaleras en todos y cada uno de los edificios de viviendas individuales es más que una obligación moral, a estas alturas deberíamos estar hablando incluso de ilegalidad según las no pocas leyes y normativas, generales y específicas, de derechos para personas con discapacidad. Es obligación primera de la empresa inmobiliaria que diseña y planifica el edificio incluir las sillas en cuestión, así como rampas y ascensores homologados de medidas suficientemente amplias, contar en sus presupuestos de inversión inicial con dinero suficiente para adquirir e instalar, como mínimo, un modelo estándar. Pero, en caso de lo ser así, los miembros de la comunidad de vecinos pueden priorizarlo en sus reuniones y solicitarlo, o, más bien, exigirlo.
Ello implica, a su vez, elaborar una investigación sencilla, pero minuciosa, de modelos y precios de salvaescaleras. No hay que tirar la casa por la ventana si el presupuesto comunitario no es muy elevado, ya que muchos modelos sencillos son asequibles y rentables, y prestan exactamente el servicio de movilidad necesario. De hecho, si ya hay personas con movilidad reducida viviendo en el edificio, su punto de vista debe ser bien estimado; y si no las hay, gracias a nuestra iniciativa podrá haberlas.