Uno de los pasajes más divertidos de Tres tristes tigres de Guillermo Cabrera Infante, al que acudo con frecuencia, es el capítulo “La muerte de León Trotsky referida por varios escritores cubanos, años después ?o antes”. Los autores elegidos ?protagonistas?: José Martí, José Lezama Lima, Lydia Cabrera, Lino Novás, Alejo Carpentier y Nicolás Guillén.
Y acudo con frecuencia porque es como un taller literario que ayuda a la hora de buscar inspiración ?o copiar técnicas, es lo mismo?. Se pueden rastrear distintos procedimientos narrativos: homenaje, escribir al modo de o imitación y parodia. Estos rasgos del estilo de Cabrera Infante se preanuncian en el cuento “Balada de plomo y yerro”, incluido en su primer libro de relatos, Así en la paz como en la guerra. En ese cuento aparecen un grupo de sicarios parapoliciales de Batista que, en horas de la noche, esperan a un hombre para ejecutarlo, mechado con un par de diálogos cifrados con los integrantes de una patrulla policial y una serie de incidentes con un turista yanqui, tan borracho como ávido de recuerdos color local ?de ser un cuento escrito hoy en día, habría insistido en sacarse una selfie con los matones y subirla a las redes sociales?. Cometido el asesinato, los sicarios caen en cuenta que mataron a la persona equivocada persona. La maestría de Cabrera Infante se revela en la polifonía de registros del habla coloquial de los protagonistas, el inglés “habanero” mechado de neologismos, y el spanglish del turista borracho.
Volviendo a “La muerte de León Trotsky referida por varios escritores cubanos, años después ?o antes”, vemos que el autor despliega un contundente humor cercano a Apuleyo o Aristófanes y, por su desacralización de escritores consagrados con el desparpajo de Luciano o Jonathan Swift. Además, vuelve a su virtuosismo cuando revela un sutil oído para captar estructuras narrativas, voces y registros de habla en cada escritor parodiado.
Erwin Panofsky, refiriéndose al arte de la Edad Media, acuñó el concepto de “principio de disyunción”; básicamente: cada vez que una obra de arte tomaba su forma de un modelo clásico, esa forma era investida de significación no clásica, por lo general cristiana. Por otra parte, cada vez que una obra de arte tomaba tema de la leyenda, poesía, mitología o historia clásica, el tema era representado en una forma no clásica, por lo general contemporánea. Este principio aflora a la hora de leer novelas o relatos de sucesos históricos alejados de nuestro presente.
Cuando traduzco un relato literario, surge la duda: ¿prescindir o colocar notas al pie colocando al texto en su contexto cronológico? No es necesario, pero enriquece la perspectiva del lector, tal el caso de las novelas de Ian Fleming sobre James Bond, si se ignoran los vericuetos de la guerra fría; o “Los duelistas” de Conrad, sin tener presente las rígidas y absurdas reglas de los lances de honor; o Feria de Vanidades, sin estar al tanto de la aristocracia y rica burguesía británica del siglo XIX que prestaba servicios en la India. Por otra parte, no hay que estar informado de la vida en los barcos balleneros para adentrarse en Moby Dick; pero es imprescindible haber leído La Illíada y Odisea para transitar por el Ulises de James Joyce.
En el caso de la parodia, diría que conocer o tener una idea somera de los autores u obras escritas en guasa amplía el placer del lector y le permite apreciar el arte del escritor. De esta ventaja da cuenta la etimología del término griego parodós (pasaje, a través de, al lado del; también de para: al lado de y odós: camino); factor a tener en cuenta para abordar textos de este género. Ut pictura poesis ?estoy releyendo Epístola a los Pisones?, estas derivas de la narrativa que van desde el homenaje o la parodia pueden ser analizadas desde la perspectiva de las artes plásticas: contornos y dintornos.
La Real Academia nos da tres acepciones de contorno, esclarecedoras a la hora de escribir una parodia: 1- territorio que rodea un lugar, las líneas que limitan un dibujo, figura o composición; 2- conjunto de líneas que limitan una composición o figura; 3- conjunto de elementos que informan sobre el contexto. Esta última acepción se puede asimilar con entorno: lo que rodea, el ambiente o la atmósfera.
Estas definiciones se cruzan en su acepción en las artes plásticas. En el área de dibujo, diseño o arquitectura, el contorno es el trazo que delinea una figura, en la realidad, los objetos no tienen contorno y esta forma de representación no es fiel ni clara para quien no esté compenetrado con la idea a que refiere. Pero aparece otro concepto que une a la palabra con el dibujo y la pintura, dintorno: las líneas, texturas y colores que conforman una figura; podríamos agregar relato y, en este caso, parodia. La idea y la comparación no es casual, en el siglo IV antes de Cristo el poeta griego Simónides de Ceos reflexionó: “la pintura es una poesía silenciosa y la poesía, una pintura que habla”; esta idea, anticipada por Aristóteles en su Poética y reelaborada por Horacio en Epístola a los Pisones aparece reforzada por el verbo griego grápehin, utilizado tanto para referir al acto de escribir como para pintar, y al sustantivo graphé, que se aplica tanto a la poesía como la pintura.
Jorge Luis Borges utilizó un procedimiento que se aproxima a lo paródico en Historia Universal de la infamia, ahora tras los pasos de Vidas imaginarias de Marcel Schwob. Y digo se aproxima porque la fina ironía e ingenio desplegados en ese libro lo acercan más bien a otra forma del humor. Me gustaría pensar que si uso el término inglés wit para referirme al tono dominante en Historia Universal de la infamia, Borges estaría de acuerdo.
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