El premio Nobel, más que la literatura actual, sobre todo el neopolicial, siempre se ha visto involucrada en un sesgo político. Las razones por las que se da el premio van de mano de la situación en el entorno mundial desde el punto de vista político, lo que en ocasiones ha empañado el objetivo del premio.
La discusión sobre el premio, en Argentina primordialmente, se debe a que muchos escritores consideran una deuda impaga el hecho de no haberle otorgado el premio a Jorge Luis Borges; en lo personal a distancia en el tiempo me pregunto si además de lo políticamente incorrecto de la actuación de Jorge Luis Borges, no hay un problema de volumen de publicaciones y de géneros, pero luego del premio que le otorgaron a Bob Dylan en el 2016 declaró que mis presunciones eran incorrectas y lo dejaron a Borges en ese espacio eterno del debería, ahora con el único argumento de la situación política del momento. Además, debió darle el mismos “problema” de comprensión a Vargas Llosa, quien en mi criterio, se tomó el trabajo de construir sus posibilidades para el Nobel en un cuidadoso trabajo de intervenir en todos los géneros, con el resultado de una obra olvidable en el rubro ensayos; obra notoria en tapar huecos, no sólo en producción, sino en acciones políticamente correctas, con gran éxito.
Eso nos deja un amplio campo de especulaciones, sobre todo, la percepción que el premio Novel esquiva a la literatura latinoamericana y a sus escritores, y una gran cadena de consecuencias que generan preguntas: para cuándo un premio Nobel de literatura en géneros como la ciencia ficción o la microficción; o el cómic, ese género fancine, para el que hay tantos nombres que refiere a una combinación de arte gráfico y guión.
Bob Dylan abrió un interrogante, pero también una desestructuración de las artimañas como las de Varga Llosa, que por años vienen desarrollando cierta “elite” de autores que no tienen problemas en declaraciones polémicas con tal de entrar en el molde.
Si de comercialización trata, el comic, la historieta y ciencia ficción vienen dando la batalla de generar lectores y ventas en las librerías, los libros que compramos ajenos a ese género les debe un poco de publicidad y de estantes, ya que en la actualidad, los nuevos lectores, los nativos tecnológicos, los que comparten lecturas con videos, juegos, en dispositivos electrónicos están siendo educados para ese tipo de lecturas, en tanto circulan por Internet, pero en las librerías hay ese otro mundo, el análogo, el del libro en papel que da su batalla honrosamente, pero sin que llegue al volumen de movimiento que generan las expectativas de la nueva literatura, fragmentaria, efímera, “navegativa”, una literatura que se mueve entre clics que salta a otras propuestas como parte de la construcción del sentido.
En esa dirección, un Nobel de literatura podría caer en un bloggero, por ejemplo, tan solo con interpretar su tiempo y participar de él, que son algunos de los argumentos que los jueces del Nobel justificaron el premio a Dylan.
Me atrevo a conjeturar, que el propio Dylan hubiera preferido un premio en música, destacarse por la poesía, solamente, no debe haber formado parte de sus planes, es como disminuir el valor del producto.
Con la nueva honda de relatos que incluyen muertos vivos, vampiros, hombres lobos y todo tipo de fantasía, cabe esperar que pronto un Nobel le haga justicia a ese tipo de literatura.
Por alguna razón hay un resurgimiento de textos de escritores argentinos que se apoyan en el relato de zombis, es interesante que la ciencia ficción no parece ser un tema recurrente en literatura latinoamericana, será que el surrealismo proporciona todos los elementos necesarios para evadirnos del mundo tal como es que los escritores latinoamericanos parecen inclinarse por el realismo mágico que la ciencia ficción, aunque seguramente no estaré siendo justa con escritores que hace rato destacan en el tema, Angélica Gorodisher, por ejemplo, cuya obra se desarrolla en ese género principalmente, mientras que en la mayoría de los casos, los escritores incursionan con uno que otro texto pero no es el género destacado de sus obras.
Aunque es arriesgado decir que la ciencia ficción, el comic, la historieta no es un rubro que transitan los escritores argentinos, lo es al menos en la poca atención con que cuenta el género entre los premios importantes, los que promueven las grandes editoriales.
Sin embargo, vientos nuevos indican que con los nuevos dispositivos de lecturas, esa tendencia puede cambiar en los próximos años.