El 7 de mayo 2018, la gobernadora Maria Eugenia Vidal produjo un importante cambio en la conducción del astillero estatal. De modo sorpresivo, reemplazó a toda la plana mayor y gerencial, en lo que se presume será el inicio de un cambio de fondo. Hace mucho tiempo que se espera que desde el Estado se tomen decisiones que marquen un rumbo claro y positivo para el futuro de esta importante planta naval.
Fundada en 1953, bajo el modelo soviético de mega fábricas superpobladas totalmente integradas, fue pionera en Latinoamérica y base del desarrollo de la industria naval argentina moderna. El 40% del valor naval construido en el país salió de este astillero que se dedicó principalmente a abastecer al Estado (Armada, ELMA, Y.P.F.) llegó a tener -a principios de los años ochenta-, buen nivel de producción y casi aceptable de productividad -50 empleos por millón de dólares producidos.
Pero una década después, al inicio del derrumbe de la industria naval nacional, el ARS -que dependía del área de Defensa de Nación-, pasó a la Provincia de Buenos Aires y empezó a convertirse en un bastión de la política electoral bonaerense, abandonando paulatinamente las buenas prácticas industriales. Desde entonces, triplicó su personal -mayoritariamente no relacionado a la producción-, a pesar de que se reducía al mínimo su producción real. Así, se llegó a niveles exorbitantes de improductividad -300 empleos por millón de dólares producido-, que es veinte veces peor que el del resto de la industria naval nacional y trece veces peor que el de los otros astilleros estatales latinoamericanos.
Desde los años noventa, el Estado fue perdiendo la confianza en el ARS por lo que retaceó contratos, avales, financiación e inversiones, pero mantuvo siempre un importante subsidio y permitió el incremento del plantel de manera deforme. Esto es evidente al comparar la relación entre agentes productivos respecto del total, con astilleros estales similares de países vecinos.
Las pérdidas son estructurales y del orden de los 170 millones de dólares anuales, que en mayor o menor medida se mantienen hace décadas a pesar de las muy distintas orientaciones políticas de las administraciones nacionales y provinciales.
Es hora de sincerar el tema del Astillero Río Santiago y a partir de allí, encontrarle un destacado rol, acorde a la realidad del país y de estos tiempos.
Esto ayudará a reconstruir la industria naval argentina posible y necesaria.