Busco en la computadora dos libros que bajé hace poco de Internet en formato PDF; me interesa revisarlos para ver la historia de los clipper ships y corregir la versión definitiva de Variaciones Turner. La primera curiosidad al hojearlos fue la última vez que fueron consultados.
El primero, lo encontré en la Marine Corps University Library de Quantico. Virginia: Clipper Ships of América and Great Britain 1833-1869, fue publicado por Putnam’s Sons en 1916 y la última vez que fue consultado ocurrió en marzo de 1973, trae ilustraciones con xilografías en color y dos extensos apéndices: uno de salomas para trabajos en conjunto de los marineros; otro sobre distintas maneras de combinar e izar velas.
El segundo -publicado por el mismo editor, cinco años antes- de título similar: The Clipper Ship Era 1843-1869, lo encontré en la Cornell Library de Ithaca, Nueva York. El autor, Arthur Clark, fue capitán de clipper ships antes de devenir historiador naval y escritor y fue amigo desde niño del mítico Donald McKay -afamado constructor de clippers- a quien le dedica el libro: “To the memory of a friend of my childhood, Donald McKay builder of ships”. No podía pretender mejor Virgilio como guía en mis singladuras por el Atlántico y el Pacífico, vía Cabo de Hornos o Cabo de Buena Esperanza. Este libro fue consultado por última vez en abril de 2001 -sin duda, trata de saberes que tienen poca demanda en la actualidad-, y me llevó en un viaje hacia el pasado, porque, al ojear el índice, un nombre se encendió como un faro (beacon) en la niebla: Philip Dumaresq.
A principios de los ’80 del siglo pasado, trabajé para Houghton Mifflin, editorial de Boston, estado de Massachussetts, que tenía su sede en la calle Beacon Hill. Allí conocí a uno de los encargados de la división internacional, John Dumaresq -precoz calva lustrosa y un recortado cabello oscuro que le crecía en los parietales y la nuca-. Le pregunté por su apellido, me respondió sonriendo que, créase o no, era de origen inglés, “herencia de algún antepasado que desembarcó con Guillermo el Conquistador”, y de allí a Boston.
No sería quien soy si, al remontar estos recuerdos para escribirlos, no me hubiera puesto a navegar por Internet; así di con el primer Dumaresq que llegó a Nueva Inglaterra: Philippe Dumaresq, nacido en la isla de Jersey en 1684, hijo de Jurat Elie Dumaresq, señor de Augres, y Francoise de Carteret de St. Ouen. Philippe Dumaresq Emigró a Boston y el 12 de junio de 1716 se casó con Susanne Ferry, luego se convirtió en uno de los primeros miembros de la junta parroquial de Trinity Church, esto es a unas doce o quince cuadras de la calle Beacon Hill.
Hago el balance de aquel viaje, el primero que hice a los Estados Unidos, traje cosas de las que se cargan no en valijas sino en la memoria y en hábitos: el Parker House Hotel, en la esquina de Beacon Hill, donde me alojé y al cual volví años después, en busca del numen de otro bostoniano que supo frecuentar un grupo literario en uno sus salones: Richard Henry Dana, marinero de California clippers primero, abogado y escritor después, autor de Dos años al pie del mástil (Two Years Before the Mast), libro que fue el inspirador y faro (¿beacon?) de Melville para escribir Moby Dick que, valga la coincidencia, comienza en Nantucket, estado de Massachussetts.
También traje un fiel romance con la ciudad de New York, el MOMA y el Met, el primero de mis infinitos contactos con el Guernica de Picasso -por ese entonces en el MOMA- y el inicio de mi afición por el Dry Martini -stirred not shaken-. De ese viaje, que me llevó a Nueva York y a Boston, también traje este apellido, años dormido en mi memoria y que despierta al hojear un libro impreso en 1911, que bajé de Internet. Y pienso, dada la suma de coincidencias que acabo de enhebrar, si Variaciones Turner no la empecé a escribir en ese viaje y no el 2003. Vuelvo, a la fugaz ojeada de mi personaje, desconocido pero de familiar apellido.
Philip Dumaresq (1804-1861), fue hijo de Maurice Dumaresq y Rebeca Gardiner, de niño no se interesó mayormente por la vida en el mar pero a los catorce años, dada su salud delicada y por consejo del médico de la familia, fue enviado, como grumete, en un viaje a la China en un tea clipper -historia similar a la de Henry Dana, antes de estudiar abogacía, en su caso por haber contraído sarampión que derivó en una oftalmia; y a la de Ismael en Moby Dick, víctima de fuertes estados depresivos que lo colocaban al borde del suicidio-. A los 25 años Philip Dumaresq ya comandaba un clipper y llegó a ser uno de los más respetados capitanes cuando, al mando del Antelope en 1863 fue el primero en cruzar el estrecho de Formosa durante la época de los monzones, ganándole al temido monzón del noroeste. El Antelope, era un opium clipper, por los años en que el opio, además de una droga era un componente muy importante en la farmacopea.
Pienso si, dadas las restricciones en la emisión de carbono, por el recalentamiento global, que están llevando a investigaciones para desarrollar la navegación a vela con tecnología y materiales modernos, en años venideros no veremos otra generación de veleros. Y en vez de opium clippers no tendremos fentanyl clippers o methamphetamine clippers, transportando precursores chinos para algún cartel de la droga; es tema para una novela distópica.
Primero deberé terminar mi novela en cierne, 1872, en ella uno de sus protagonistas viajará desde la capital imperial de Edo a Boston en un tea clipper y desde allí a Nueva Orleans en un vapor de ruedas. Por una razón u otra, el año que viene volveré sobre este libro. Antes de cerrarlo, en la página 130 del PDF, doy con una foto de Philip Dumaresq. Chaqueta de capitán con discretas charreteras y solapas de seda, camisa de pechera almidonada y cuello wing, corbata de moño, las patillas se extienden en una sotabarba; una familiar y precoz calva lustrosa, y un recortado cabello oscuro que le crece en los parietales y la nuca.
Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución – No Comercial – Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
|