Cuando era chico las mamás, y abuelas, aconsejaban escuchar radio y leer diarios «para aprender a hablar y escribir bien».
Hoy en día no me parece aconsejable que los niños vean televisión, escuchen radio -salvo programas del estilo de los de Radio Nacional- o lean periódicos con fines didácticos; locutores, periodistas y entrevistados perpetran solecismos, barbarismos, coprolalia y un lenguaje cargado de alusiones sexuales -pornolalia sería el término más adecuado; ¿por qué la RAE no incluye el término, pero sí registra pornógrafo?-. Un solecismo frecuente en boca de gente de letras es “la curricula”, sin acento -y esto lo eleva al rango de barbarismo- y su respectivo plural. El vocablo latino, incluido en la RAE, es curriculum -el plural es curricula; a la hora de hacernos los eruditos y andar escupiendo latinajos lo adecuado sería decir “el curriculum y las curricula”- así como su adaptación en español, currículo y currículos. La versión completa del término en latín es curriculum vitae, literalmente “carrera de la vida”.
Me acuden otros asesinatos cotidianos a las reglas de la gramática, lingüística y retórica; cuando alguien copia a otro sus ideas, tal el caso de un alumno en los exámenes, se dice, sin atisbo de contrición: “fulanito se copió”, así copiar fue transformado en verbo pronominal como “se arrepintió o se peinó”; por pudor obvio comentarios. Y me los ahorro porque he escuchado en un programa radial a un locutor que leía noticias de la sección policiales de un diario; la crónica hablaba de una persona que “se suicidó a sí misma”.
No me fui por las ramas, el introito es a propósito de incorrecciones en la construcción de una frase y en la técnica, digna de matarifes, para asesinar nuestro lenguaje en la prensa escrita, radial y televisiva.
Políticos y personalidades del arte y la cultura perpetran errores de ortografía, solecismos y barbarismos hasta cuando piensan. De esta devastada floresta de crímenes de lesa retórica selecciono una flor: el pleonasmo.
La idea de estas reflexiones surgió de una charla que tuve con un amigo francés, muy crítico con su país quien dio un ejemplo -a salvo de ser acusado de “políticamente incorrecto” por su nacionalidad-: “pleonasmo es decir 'un francés de derecha' ”. Esta figura retórica consiste en la repetición innecesaria de un mismo significado, generalmente en los pares sustantivo más adjetivo o adjetivo más adverbio; me remito a las pruebas de las notas acumuladas en mi Moleskine:
“Lo vi con mis ojos”, formas más elaboradas “lo vi con mis propios ojos”. ¿Hay otra manera de ver? Ojo, nada que ver con “la luz del entendimiento” de Federico García Lorca, poeta asesinado, no asesino de la lengua.
“Fuerte grito”.
“Olvido involuntario”, el acto de olvidar es dejar de tener presente un hecho o acción; se me ocurre un oxímoron borgeano “voluntario olvido”, que a su vez es un hipérbaton tomado de la manera de adjetivar del inglés.
“Absolutamente perfecto”, perfecto es el grado superlativo de un acto o creación.
¿Qué tal “la realidad de la situación”?
Hay gente que suele “repetir dos veces” o “repetir más de una vez”. Estos son los que tienen un “don innato” para el pleonasmo; don, además de regalo, es habilidad o gracia especial.
Hay políticos y artistas que tienen “una caída vertical” en su popularidad, otro tanto pasa con programas de televisión y el rating. Ya que hablo de políticos, casi todos, en algún momento de estas épocas de crisis, tienen “actualmente en desarrollo un plan de emergencia” porque su “prioridad principal es ante todo…” -aprender a expresarse de manera correcta, propongo-. Claro que esto es un “pequeño detalle”; porque cada vez que un gobernante asume concluye que los planes y promesas declamados durante su campaña no son viables, porque “resultó verdadero” que la realidad era otra, no obstante la “base fundamental” de su proyecto político se mantiene firme.
Viene el último y complicado ejemplo de un pleonasmo, inevitable; en primavera proliferan las alergias que, además de estornudos, tienen otra secuela, “nos lagrimean los ojos”. Tiene un antepasado poético.
Leemos en el Cantar de Mio Cid que a la entrada del Campeador en Burgos, junto con sus sesenta caballeros que lo acompañan en el destierro -en el texto, una metonimia: “en su compañía sesenta pendones”-, los habitantes le niegan alojamiento y no les dirigen la palabra; salvo una niña quien aclara:
“El rey lo ha vedado, anoch del entró su carta,
con gran recabdo e fuertemente sellada,
que a Mio Cid Ruy Díaz nadie nol diese posada;
si non perderíamos los averes e las casas
a aún demás los ojos de la cara”.
Y este es un pleonasmo con miga y abolengo; que la “gran mayoría” de ellos tienen antecedentes penales.
Parafraseando a Mario Vargas Llosa, podríamos decir “¿Cuándo se jodió la Argentina?”; cuando desaprendimos el arte de hablar y escribir correctamente. En retórica, “figuras de pensamiento”.